¿Has oído que “todo es cuestión de actitud”? o tal vez frases como “si cambiaras tu actitud todo sería más fácil”, “con esa actitud no vas a llegar a ningún lado”. ¿Te suenan?

Seguramente las escuchaste en tu infancia, en ambientes laborales o incluso hasta como consejo de un buen amigo. Aparentemente la actitud lo es todo, pero en realidad ¿a qué nos referimos con actitud?

Una de las mejores definiciones que puedo encontrar de la palabra “actitud” es la que resume que se trata de cómo te predispones emocionalmente a una circunstancia, situación o estímulo. Eso que estás pensando, sintiendo o asumiendo antes de que pasen las cosas.

Aeronáuticamente “actitud” se refiere a la dirección en que el avión se inclina. Y esto también aplica para las personas y emociones. Tu actitud ante algo es, en pocas palabras, hacia dónde te inclinas con respecto a esa situación, circunstancia o persona.

Coincido plenamente con que al escoger tu actitud, puedes definir en gran parte la forma en la que las cosas te impactarán. Pero la actitud también está compuesta por la motivación. Tu actitud dependerá mucho de qué tanto estés motivado ante la situación o circunstancia.

La motivación define tu actitud

Piénsalo así, cuando un proyecto no te agrada, no le ves el sentido o el beneficio para ti, tu motivación es baja, por lo tanto, es probable que tengas una actitud negativa; que te comportes apático, serio, o poco cooperativo. En cambio, si al proyecto le ves beneficio y hace sentido con lo que quieres, estarás motivado y por lo tanto tu actitud es muy probable que sea positiva; que seas participativo, que te vuelvas más creativo a encontrar soluciones y que disfrutes del proceso. El motivo y la motivación siempre están conectados.

Encontrar un motivo en nuestras acciones, a veces es complicado. En realidad, no porque sea difícil buscarlo sino porque pocas veces lo hacemos. Pero como pasa muy frecuentemente lo que estamos realizando mal es la pregunta, no la respuesta. La próxima ves que quieras encontrar el verdadero motivo por el cual estás en esa situación, circunstancia, etc. En lugar de preguntarte ¿por qué lo estoy haciendo? Pregúntate ¿para qué lo estoy haciendo?

Al hacer ese simple cambio de pregunta, tu respuesta arrojará cosas acerca del futuro, de lo que viene, o de lo que esperas y visualizas. Si sigues haciendo la pregunta ¿por qué? lo único que conseguirás será ver el pasado, ¿qué es lo que te tiene aquí? Recuerda que no estás buscando razones (porqué) sino motivos (para qué).

¿Ves la diferencia?

Cuando en tu respuesta encuentras aquellas cosas que te motivan a estar en esta situación, toda la perspectiva cambia. Pues logras ver la recompensa de hacer las cosas y eso siempre motiva. Hasta en la situación más oscura, puedes encontrar motivos para actuar y eso puede hacer una diferencia abismal.

Ya que logras ver el motivo, tu actitud cambiará porque entiendes que en realidad los “tengo que” se convierten en “quiero”. Te dejo algunos ejemplos:

  • No tengo que llevar a mis hijos a la escuela, decido hacerlo
  • No tengo que llamarlo, quiero llamarlo
  • No estoy obligado a vivir esto, decido vivirlo
  • No estoy forzado a venir a trabajar, decido que es lo mejor, al menos por el momento
  • Nadie me obliga a vivir en este país, es mi decisión todos los días
  • No estoy forzado a aceptar esta situación, decido aceptarla (o no)
  • No tengo que estar con mi pareja, decido estarlo

Cuando empiezas a cambiar tu lenguaje, caes en cuenta y aceptas la responsabilidad de tus decisiones y acciones. Es mucho más claro entender que ninguna acción o circunstancia en tu vida ha sido impuesta, siempre has tenido la opción de elegir y lo has hecho.

En sesión me topo con muchos pacientes que en su lenguaje expresan coraje ante otras personas porque aparentemente fueron obligados a tomar decisiones que no querían. Cuando empezamos esta serie de preguntas hacen consciencia que en todo momento sus decisiones han sido una elección. Lo único que han realmente escogido es vivir o no con las consecuencias de sus decisiones, pero siempre han tenido el poder de cambiarlo, solamente han tenido que asumir sus consecuencias.

Toda decisión tiene consecuencias para bien o para mal, la única diferencia que nos hace tomar una u otra opción, es saber si aceptamos vivir con esas consecuencias. Te explico bajo los mismos ejemplos de arriba:

  • No tengo que llevar a mis hijos a la escuela, decido hacerlo (porque en realidad podrías no llevarlos y asumir la responsabilidad de privarlos de su derecho a la educación y tenerlos en casa)
  • No tengo que llamarlo, quiero llamarlo (cual sea tu razón para llamar a esa persona, siempre estarás en la libertad de no hacerlo)
  • No estoy obligado a vivir esto, decido vivirlo (por más cerradas que sean las circunstancias sabes que podrías hacer lo contrario, es muy probable que las consecuencias te traigan más problemas y por eso no lo haces, pero la libertad la tienes)
  • No estoy forzado a venir a trabajar, decido que es lo mejor, al menos por el momento (sabes que podrías no ir y dejar pasar los días, al paso del tiempo probablemente te despedirán, pero la decisión de presentarte o no a trabajar, siempre será tuya)

¿Notaste la diferencia? Y esta forma de pensar, es aplicable para todas las circunstancias.

¡Haz la prueba!

Para cambiar tu actitud ante algo o alguien, puedes seguir estos sencillos pasos:

1.- ¿Para qué estás haciendo esto? (en tu respuesta ve el beneficio)

2.- A partir de ahora cambia tu lenguaje del “tengo que” al “decido, quiero, elijo…”

Cuando logras encontrarle sentido a las acciones que realizas, tu actitud hacia la situación cambia, pues quitas la presión de “tener que” hacer las cosas y entonces fluyes con la situación. Cuando hablas desde el “tengo que” automáticamente estás perdiendo el control de la situación, y eso puede desgastarte mucho. Mejor invierte esa energía en encontrar razones que hagan sentido contigo mismo para hacer las cosas, te aseguro que vas a vivir más pleno, tranquilo y lo más importante, en congruencia contigo mismo y eso, no tiene precio.

Si quieres trabajar en tu actitud, motivación o simplemente no sabes por dónde empezar a cambiar lo que no te gusta, agenda tu primera sesión sin costo de coaching o terapia aquí